¿Cuándo es momento de redefinir los valores de la empresa?

2 min de lectura

Publicado el 04/06/25

Puede ser una tarea que muchas organizaciones pasen por alto, pero hacerlo es fundamental para mantenerse conectado con lo que la compañía quiere y la sociedad demanda.

Es cierto que puede ser de esas acciones que quedan para cuando la agenda esté tranquila, pero si esto sucede puede ser un error. Es importante entender que los valores organizacionales no son una pieza decorativa ni un ejercicio de marketing.

Es que es necesario comprender que los valores son la brújula que orienta decisiones, comportamientos y cultura interna. Pero, como todo lo que forma parte de una organización viva, pueden desactualizarse, desalinearse o incluso perder sentido frente a nuevas realidades. Entonces, saber cuándo hay que detenerse a revisar y redefinir los valores es un signo de madurez organizacional.

Uno de los primeros indicios aparece cuando los valores declarados en el sitio web o en las paredes de la oficina empiezan a diferir de lo que realmente se vive en el día a día. Si, por ejemplo, la empresa se define como “colaborativa”, pero internamente reina la competencia feroz entre equipos o la información se maneja de forma cerrada (el modelo de trabajar en silos), estamos ante una señal clara de disonancia que puede generar cinismo, desmotivación y pérdida de credibilidad interna.

Otra alerta se enciende cuando cambian el contexto o las prioridades estratégicas. En entornos de transformación digital, expansión internacional, fusiones, reestructuraciones o incluso cambios en el liderazgo, los valores que alguna vez sirvieron como base pueden volverse obsoletos o insuficientes. Si los valores no acompañan estos movimientos, se produce una fricción que dificulta la alineación cultural y frena el crecimiento.

Que todos sean parte

También conviene revisar los valores si se detecta una desconexión con las nuevas generaciones de talentos. Es sabido, por ejemplo, que los Gen Z valoran más todo lo vinculado a la sostenibilidad, entonces las empresas deben comenzar a cuidar estos aspectos.

Hoy, muchas personas buscan trabajar en empresas con propósito, que se rijan por principios éticos reales y demuestren coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Si los valores actuales no interpelan a los colaboradores más jóvenes, la empresa corre el riesgo de perder atractivo como empleador y ver debilitada su marca empleadora.

Un punto importante para detectar cómo están funcionando los valores es prestar atención a cómo reaccionan los equipos ante situaciones límites: una crisis, un conflicto ético, una decisión difícil. En esos momentos, los valores reales (los que verdaderamente guían el accionar) salen a la luz, y no siempre coinciden con los que figuran en el manual. Si esa distancia se vuelve evidente, es momento de hacer un trabajo honesto de redefinición.

 

Revisar los valores no implica negar el pasado, sino adaptarse al presente y prepararse para el futuro. Es una oportunidad para reconstruir identidad, reforzar sentido y generar un nuevo compromiso interno. Un ejercicio que debe hacerse con participación activa de los equipos, escucha genuina y una mirada crítica sobre lo que se quiere proyectar como cultura organizacional.

Porque los valores no son palabras bonitas: son decisiones cotidianas, reflejo de liderazgo y motor de coherencia. Son la base que le permitirá a la empresa seguir moviéndose hacia adelante.