Cómo bajar la ansiedad antes de una entrevista laboral

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Publicado el 15/12/25

Ir al encuentro de un selector puede provocar nervios en muchas personas. Poder llegar de un modo calmado ayudará en el rendimiento durante la charla.

Para muchas personas ir a una entrevista laboral puede incluir una mezcla de expectativas, ilusión y también miedo. En esos casos, la ansiedad puede aparecer hasta antes de salir de casa: ¿estaré a la altura?, ¿qué me van a preguntar?, ¿y si me quedo en blanco?

Lo importante es entender que esa tensión no significa que se está mal preparado; muchas veces es una reacción natural frente a la incertidumbre. Sin embargo, existen formas de manejarla para que no te juegue en contra y puedas mostrar tu mejor versión.

Una de las primeras recomendaciones es prepararse de forma inteligente. No hace falta memorizar discursos; sí entender bien quién eres profesionalmente, cuáles son tus logros, y qué tipo de trabajo se está buscando. Con esto en claro es posible responder con más soltura y adaptar el relato al diálogo sin perder naturalidad.

Además, revisar la descripción del puesto, investigar un poco sobre la empresa y pensar ejemplos concretos de situaciones laborales ayuda a llegar con más seguridad.

No es un examen

Muchas personas sienten ansiedad porque imaginan la entrevista como un examen. En realidad, es una conversación entre dos partes que buscan conocerse. Cambiar ese enfoque reduce presión.

En vez de pensar “me están evaluando”, es más útil pensar “estamos viendo si encajamos”. Esta mirada más equilibrada hace que la interacción sea más genuina y, de paso, permite detectar si el lugar realmente es el correcto para uno.

Otra estrategia muy efectiva es preparar el cuerpo, no solo la cabeza. La ansiedad se manifiesta físicamente: respiración acelerada, tensión muscular, temblor o sudoración. Antes de la entrevista, es recomendable hacer un par de respiraciones profundas, caminar unos minutos o estirar los hombros y el cuello. Son pequeñas acciones que envían al cerebro la señal de que no estás en peligro, ayudando a bajar el nivel de nerviosismo.

También funciona mucho ordenar el ambiente: si es una entrevista virtual, prueba la cámara, el micrófono y el fondo; si es presencial, calcula tiempos y cómo vas a llegar. Reducir imprevistos disminuye la ansiedad anticipatoria.

Pensar en positivo

Es frecuente que aparezcan pensamientos catastróficos: “si me equivoco, pierdo la oportunidad” o “si no respondo perfecto, no me van a elegir”. Anticiparte a eso es clave. En vez de luchar contra esas ideas, es bueno reconocerlas y responderlas con realismo: nadie espera perfección.

Es importante saber que los reclutadores saben que los nervios existen y no definen tu valor como candidato. Lo que buscan es coherencia, autenticidad y la capacidad de explicar tu experiencia sin disfraces. Incluso admitir que estás un poco nervioso puede ayudarte a relajarte, porque humaniza la conversación.

También es útil ensayar sin estar rígido. Incluso, es posible practicar con alguien de confianza o grabar las respuestas para luego escucharlas y así poder mejorarlas. Eso sí, no sirve aprender de memoria, no es un guión y hacerlo le quita tu personalidad al diálogo.

Además, es muy frecuente que cuando se memorizan respuestas uno se paralice al olvidar una palabra, y no queremos que esa situación se de durante el encuentro.

Finalmente, intenta darte un pequeño momento para ti antes de entrar a la entrevista: un café, un mantra personal, un pensamiento positivo o un recordatorio de tus logros. Ese gesto simbólico funciona como un ancla emocional. En esa instancia, ya hiciste todo lo que podías hacer para prepararte. Lo que sigue es confiar en ti y permitir que el diálogo fluya.

La ansiedad no desaparece por completo, pero es posible aprender a gestionarla. Y cuando esto se logra, no solo mejoran las entrevistas; también crece tu autoconfianza.